¿Te has preguntado alguna vez por qué tus emociones se sienten tan intensas o por qué ciertas situaciones te desbordan más que a otras personas? ¿Sientes que tu TDAH no explica del todo tus dificultades diarias?
Es posible que estés lidiando no solo con un trastorno del neurodesarrollo, sino también con los efectos de experiencias traumáticas pasadas. La relación entre TDAH y trauma no es evidente a simple vista, pero entenderla puede marcar un antes y un después en el bienestar de muchas personas adultas con TDAH.
Qué es el trauma y cómo impacta en el cerebro
El trauma psicológico es la consecuencia de vivir una experiencia emocionalmente abrumadora que supera la capacidad de procesamiento del cerebro. No se trata solo de eventos extremos como abusos o accidentes graves. También pueden ser traumáticas situaciones más cotidianas, como haber crecido en un entorno emocionalmente impredecible, haber recibido críticas constantes, por ejemplo en la etapa de estudiante, o haber vivido rechazo repetido.
El cerebro responde al trauma activando sus sistemas de supervivencia, lo que puede dejar huellas duraderas en cómo pensamos, sentimos y reaccionamos. Esa respuesta puede mantenerse activa durante años, incluso cuando el peligro ya ha pasado, afectando la regulación emocional, la atención, la memoria y la percepción de seguridad.
TDAH y trauma no son lo mismo, pero pueden solaparse
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que afecta la autorregulación, la atención, la impulsividad y el control de emociones. El trauma, en cambio, es una respuesta emocional y fisiológica a eventos que sobrepasan la capacidad de afrontamiento de una persona.
Ambas condiciones pueden compartir síntomas: dificultades para concentrarse, reactividad emocional, hiperactivación del sistema nervioso, problemas de memoria, irritabilidad o desconexión mental. Pero el origen de esos síntomas es distinto. En el TDAH, tienen una base neurológica relacionada con un funcionamiento atípico de los sistemas de dopamina y autorregulación. En el trauma, esos mismos síntomas surgen como mecanismos de defensa frente a experiencias que generaron una sobrecarga emocional.
Cuando el TDAH aumenta la vulnerabilidad al trauma
Las personas con TDAH tienen más probabilidades de vivir experiencias traumáticas desde edades tempranas. El rechazo social, el bullying escolar, las críticas constantes, el castigo por errores cometidos por impulsividad o desorganización, son formas de trauma relacional que no siempre se reconocen como tales. También es más frecuente que tengan relaciones inestables, vivan situaciones de riesgo o se expongan a entornos donde el autocuidado no es una prioridad.
A menudo se interpreta el comportamiento de un niño o niña con TDAH como una provocación o una mala conducta, en lugar de una dificultad real. Esa respuesta genera vergüenza, inseguridad y una sensación de inadecuación constante que, con el tiempo, puede convertirse en trauma emocional.
Cuando el trauma potencia los síntomas del TDAH
La combinación de TDAH y trauma puede hacer que los síntomas se vuelvan más intensos o difíciles de gestionar. Por ejemplo, la impulsividad puede acentuarse en personas con trauma que viven en un estado de alerta constante. La dificultad para concentrarse puede deberse no solo a la desregulación dopaminérgica del TDAH, sino también a una hiperactivación del sistema nervioso autónomo producto del trauma.
Además, el trauma puede alterar la percepción del tiempo, la seguridad y la conexión emocional, interfiriendo en el uso de herramientas que suelen funcionar bien para el TDAH, como las rutinas estructuradas o los recordatorios externos. Esto puede generar frustración y la sensación de que “nada funciona”, cuando en realidad se necesita un abordaje más integral.
Tratamientos que consideran ambas realidades
No todos los enfoques terapéuticos tienen en cuenta esta interacción entre TDAH y trauma. De hecho, es frecuente que una persona con TDAH reciba tratamiento farmacológico sin que se aborden experiencias traumáticas subyacentes. O que en una terapia centrada en el trauma se pasen por alto las dificultades neurocognitivas que afectan la implementación de estrategias.
Terapias como el EMDR, el abordaje somático, el trabajo con la memoria corporal o la terapia centrada en la compasión pueden ser útiles cuando hay trauma. Pero también es clave acompañar esto con intervenciones adaptadas al funcionamiento ejecutivo alterado por el TDAH. Por ejemplo, dividir tareas, trabajar con apoyo visual, establecer descansos planificados o reducir las demandas simultáneas.
Hablar de trauma no es revivir el pasado
Reconocer que algunas heridas del pasado siguen influyendo en el presente no es una forma de victimismo ni una excusa. Es una vía para comprender mejor lo que nos pasa y darnos el permiso de buscar apoyo adecuado. Muchas personas adultas con TDAH han aprendido a minimizar su malestar o a “aguantar” porque durante años no fueron escuchadas ni validadas.
Diagnóstico de TDAH en adultos
¿Te identificas con lo que que estás leyendo? Si crees tener todos o parte de los síntomas de TDAH puede ser conveniente que salgas de dudas con una evaluación más exhaustiva. Un diagnóstico temprano es fundamental para prevenir consecuencias más graves que a menudo surgen de un TDAH no tratado.
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