Hay días en los que no se puede. No es falta de ganas, ni una excusa. El cuerpo y la mente simplemente se apagan, como si alguien hubiese desconectado un interruptor por dentro. En el caso del TDAH en adultos, estos días de bajón energético, son más comunes de lo que parece, y sin embargo rara vez se nombran o se entienden del todo.
Lo que desde fuera puede parecer pereza o desmotivación, desde dentro se vive como un colapso físico y mental. Una sensación de estar fundido, sin energía para tareas básicas, sin claridad para tomar decisiones, sin la mínima capacidad de concentración. Estos episodios no siempre avisan, y a menudo llegan después de períodos de sobreesfuerzo, hiperfoco prolongado o simplemente por acumulación de estímulos sin descanso real.
Por qué se producen estos bajones
El sistema nervioso de una persona con TDAH es más sensible a la sobreestimulación, a los cambios emocionales y al estrés sostenido. No se trata de debilidad: es una forma diferente de procesar y regular la información interna y externa. Cuando no hay pausas, cuando se vive en un estado constante de alerta o productividad forzada, el cerebro simplemente se satura.
A esto se le puede sumar la variabilidad del estado de ánimo, los efectos secundarios de la medicación (si se toma), la falta de sueño reparador o la desconexión de las propias necesidades físicas y emocionales. Muchas veces, el crash llega cuando ya se ha ido demasiado lejos sin escuchar al cuerpo.
No se puede forzar lo que no está
Uno de los mayores retos en estos días es la culpa. Porque hay tareas pendientes, porque hay compromisos, porque el mundo no se detiene. Pero seguir empujando cuando no hay energía solo agrava el agotamiento y alarga la recuperación. No es un lujo parar. Es una necesidad biológica.
Aceptar que esos días existen, y que forman parte del funcionamiento de un cerebro neurodivergente, cambia la perspectiva. No se trata de rendirse, sino de adaptarse: ajustar expectativas, reducir la exigencia, darse permiso para no estar siempre al cien por cien.
Recuperar sin exigencia
En los días de bajón, todo lo que sea demasiado estructurado o exigente tiende a no funcionar. No hace falta una lista de tareas de autocuidado ni una rutina impecable. A veces basta con identificar lo básico: ¿qué necesita el cuerpo ahora? ¿comida, descanso, silencio, contacto?
Hay quien encuentra alivio en lo sensorial: una manta, una ducha caliente, un espacio con poca luz. Otros necesitan silencio o música suave, alimentos fáciles de digerir, una caminata corta sin objetivo. El descanso puede tomar muchas formas, no siempre es dormir. A veces es simplemente no tener que decidir nada por unas horas.
Hacer espacio para estos días
Anticipar que estos momentos pueden llegar permite hacer ajustes en la vida cotidiana. Tener un margen de flexibilidad en la planificación, no llenar la agenda de compromisos encadenados, dejar huecos reales para desconectar. También es útil hablar con el entorno, explicando que hay días en los que no se puede responder con la misma energía.
No todo depende de la voluntad. Tener TDAH no es solo vivir con distracciones, también es aprender a sostener una energía que no siempre es estable, que tiene picos altos y caídas bruscas. Entenderlo, respetarlo y cuidar de uno mismo en esos días es parte fundamental del manejo del TDAH en adultos.
Los días de bajón no son una señal de fracaso. Son una parte más del camino. Y aprender a reconocerlos, sin culpa ni juicio, puede convertirse en una herramienta de autoconocimiento y autocuidado.
Diagnóstico de TDAH en adultos
¿Te identificas con lo que que estás leyendo? Si crees tener todos o parte de los síntomas de TDAH puede ser conveniente que salgas de dudas con una evaluación más exhaustiva. Un diagnóstico temprano es fundamental para prevenir consecuencias más graves que a menudo surgen de un TDAH no tratado.
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