El verano llega con menos horarios, más luz, cierta sensación de libertad. Para algunas personas es una época de descanso, pero para quienes tenemos TDAH en la adultez, esa libertad puede sentirse como una pérdida de control. Lo que para muchos es una pausa, para otros se convierte en una etapa de desregulación, impulsividad y bloqueo. No se trata solo de tener más tiempo libre, sino de no saber cómo gestionarlo.
La falta de estructura desordena más de lo que parece
Durante el año, el funcionamiento diario se apoya en rutinas externas: trabajo, estudios, citas, ritmos familiares. Aunque a veces nos cueste seguirlas, esas estructuras marcan un camino que ayuda a sostenernos. Cuando desaparecen, como suele ocurrir en verano, lo que queda es una especie de vacío difícil de llenar.
A los adultos con TDAH nos cuesta iniciar tareas sin un marco claro. Nos desbordamos ante la falta de referencias, y lo que podría ser un día para descansar se convierte en una jornada llena de intentos fallidos, decisiones pospuestas y frustración. La sensación de estar perdiendo el tiempo puede intensificarse, y con ella la culpa o el autosabotaje.
Verano no siempre significa descanso real
El mensaje dominante es que en verano hay que relajarse, aprovechar, desconectar. Pero cuando el TDAH se mezcla con la sobreestimulación propia de esta época (más ruido, más actividad social, más presión para “hacer cosas”), el resultado puede ser el contrario. El cuerpo está quieto, pero la mente sigue en marcha.
También aparece el impulso de ponerse al día con todo lo que quedó pendiente: cursos, lecturas, ejercicio, cambios personales. La lista es larga, y sin una estrategia realista, se acumula. Entonces llega la parálisis. Y ese ciclo que ya conocemos: querer hacer demasiado, no saber por dónde empezar, posponer, frustrarse, exigirse, bloquearse.
Pequeñas rutinas para sostenernos mejor
No se trata de copiar la rutina del año, sino de construir una estructura mínima que nos dé algo de dirección. A veces basta con definir un par de anclas en el día: una hora fija para levantarse, un momento concreto para comer sin pantallas, una actividad que marque el cierre de la jornada. Eso ya puede marcar una diferencia.
Tener visibilidad de la semana ayuda. Un calendario a la vista o una pizarra simple pueden dar contexto y previsibilidad. Y si aparecen días con pocos compromisos, conviene decidir al menos una tarea principal. No importa si es pequeña: regar las plantas, ordenar una carpeta o salir a caminar. El objetivo es recuperar el sentido de inicio y cierre, aunque sea en cosas simples.
También puede ser tiempo para reconectar con lo que sí funciona
En medio de tanto ruido, a veces el verano permite reencontrarse con intereses que quedan fuera durante el resto del año. Actividades creativas, pasatiempos, momentos de hiperfoco con cosas que nos gustan. No es necesario que todo tenga una finalidad productiva. Hacer algo por placer, por curiosidad o por descanso también cuenta. Y mucho.
Conectar con la naturaleza, con el cuerpo, con el silencio. Reducir un poco el consumo de pantallas. Dormir mejor. Hablar menos pero mejor. Hay formas de bajar el ritmo sin detenernos por completo. Lo importante es no exigirse que el descanso se parezca al ideal que otros proyectan. Cada persona con TDAH, como parte de la neurodivergencia, necesita su propio modo de pausa.
Diagnóstico de TDAH en adultos
¿Te identificas con lo que que estás leyendo? Si crees tener todos o parte de los síntomas de TDAH puede ser conveniente que salgas de dudas con una evaluación más exhaustiva. Un diagnóstico temprano es fundamental para prevenir consecuencias más graves que a menudo surgen de un TDAH no tratado.
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