La sensibilidad emocional no se suele considerar como un síntoma del TDAH pero lo cierto es que es una de las características más importantes y comunes. Reacciones desproporcionadas, lágrimas que aparecen sin previo aviso, una rabia que arde por dentro aunque por fuera nadie lo note, o ese sentimiento de rechazo que duele más de lo que parece lógico. Todo eso no es “ser demasiado sensible”, es parte del cuadro emocional que a menudo acompaña al TDAH.
¿Por qué sentimos tanto?
El sistema nervioso de una persona con TDAH tiende a estar más activado. Hay una dificultad real para regular emociones, tanto las agradables como las desagradables. No es que exageremos: es que el cerebro procesa el estímulo con más intensidad y le cuesta volver a un estado de equilibrio.
Esto se traduce en una especie de montaña rusa emocional. Lo que para otros es una molestia, para alguien con TDAH puede ser una catástrofe. Una crítica puede sentirse como una herida. Un cambio de planes puede generar una ansiedad desbordante. Y lo peor es que muchas veces ni siquiera lo compartimos, porque sentimos que no “debería” afectarnos tanto.
El miedo al rechazo (y el dolor cuando llega)
Uno de los fenómenos más duros —aunque poco conocidos— que muchas personas con TDAH experimentan es la rechazo-sensibilidad disforia. Se trata de una reacción emocional muy intensa ante cualquier señal, real o imaginada, de rechazo o desaprobación. Puede provocar tristeza profunda, rabia o una necesidad urgente de escapar de la situación.
Cuando esto no se comprende, uno puede pasar la vida evitando conflictos, pidiendo disculpas todo el tiempo o aislándose por miedo a ser herido. En contextos laborales o personales, esto puede complicar mucho las relaciones.
¿Se puede gestionar?
Sí, pero no se trata de “controlar” las emociones, sino de aprender a entenderlas y canalizarlas. El primer paso es dejar de juzgarse por sentir así. No se trata de debilidad, ni de dramatismo: es una forma diferente de vivir lo emocional.
Tener estrategias concretas ayuda. Practicar la pausa antes de reaccionar, detectar las situaciones que nos desbordan, usar la escritura o el movimiento físico como vía de descarga. También es muy útil trabajar con profesionales que entiendan esta sensibilidad dentro del marco del TDAH y no como un simple “problema de carácter”.
Y no, esto no significa resignarse a sufrir. Significa aprender a vivir con más calma interna.
Sentir mucho también tiene valor
Esta sensibilidad emocional tiene otra cara: la capacidad de conectar profundamente con los demás, la empatía, la pasión, la intuición. A veces, lo que nos hace sufrir también es lo que nos permite amar más intensamente, entregarnos con todo, captar matices que otros no ven.
El reto está en no dejar que esa intensidad emocional nos controle, pero tampoco apagarla. Se trata de encontrar el equilibrio entre sentir sin que nos desborde, y aceptar que ser emocionalmente intensos no es un defecto, sino una forma de estar en el mundo.
Diagnóstico de TDAH en adultos
¿Te identificas con lo que que estás leyendo? Si crees tener todos o parte de los síntomas de TDAH puede ser conveniente que salgas de dudas con una evaluación más exhaustiva. Un diagnóstico temprano es fundamental para prevenir consecuencias más graves que a menudo surgen de un TDAH no tratado.
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